IV
SEMANA DE LA IGUALDAD
XV
JORNADAS EDUCATIVAS
Hace quince años que desde nuestro instituto decidimos que
íbamos a trabajar para cambiar las cosas, para cambiar la mirada del alumnado y
ayudarle a ver el mundo con esas gafas violeta que nos muestran a las claras la
sociedad desigual en la que vivimos.
Porque hay veces que miramos sin ver: no vemos a nuestras
madres trabajando todo el día y sin fines de semana y creemos que solo trabaja
quien trae un sueldo a casa. O vemos bromas en clase, en el patio, en la calle,
donde solo hay humillación y burla. O solo vemos en los demás sus rarezas– y
les llamamos frikis –, sus aficiones que no son las nuestras, su manera de
vestir, sin llegar a ver todo lo que pueden aportar, todo lo que
podemos compartir.
Pero cambiar esa mirada fue el primer paso. Nuestro objetivo
era cambiar la comunidad. Y a eso nos ayudó todo el mundo, colegios,
asociaciones, ampas, ayuntamiento. Todo el mundo puso su granito de arena,
pintando zapatos de rojo, o participando en la gymkana, ofreciendo su tiempo y
su ilusión, diciendo sí a cada propuesta año tras año.
Esta comunidad no es la misma de hace quince años. Hoy es el
pueblo de las mujeres que reclaman su calle en videos que han recorrido todo el
mundo y el que celebra sin complejos el orgullo serrano colocando una gran
bandera arcoíris en la plaza. Queremos pensar que nuestro centro ha contribuido
también a ese cambio.
Tenemos, pues, que estar contentos, pero no debemos
sentarnos a mirar lo realizado. Hemos trabajado –y seguimos haciéndolo – por
visibilizar la situación de las mujeres, pero quedan muchas desigualdades
contra las que luchar. Y para ello tenemos
que tener claro que todos necesitamos de los demás y que para lograrlo, para
vivir juntos y ayudarnos, necesitamos ponernos en sus zapatos, hacer el
esfuerzo de ver el mundo con sus ojos.
Porque hay muchas formas de habitar el mundo, de entenderlo,
de vivir las relaciones, de formar familias, de sentir quienes somos. Y todas
esas miradas diferentes deben sentir que
este puede ser su lugar en el mundo.
Porque lo que nos hace diferentes no es nuestra manera de
vivir, ni nuestras decisiones. Lo que nos coloca fuera de la comunidad es la
mirada de los otros. Descubrir que mi amigo de la escuela es homosexual no lo
cambia a él. Si algo cambia es mi mirada. Porque su imagen se pierde tras los
prejuicios y miedos y dejo de verle.
Y así volvemos al principio. Necesitamos cambiar la mirada
o, tal vez mejor, necesitamos mirar a los ojos, rescatar a la persona que hay
detrás y no vemos, que no será un inmigrante, un discapacitado, ni una anciana,
ni un transgénero, sino alguien con una historia, con una familia, con su carga
de dolores y amores. Una persona.
Sigamos
trabajando para que nuestra comunidad sea lugar de acogida y refugio de
lenguas, historias y miradas diferentes, que nos enriquezcan. Y propongámonos
rescatar a esa persona oculta tras los prejuicios. Hagámoslo y nos daremos
cuenta de que, finalmente, nos habremos rescatado a nosotros mismos.
Alejandro Albaladejo del Castillo
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